
En el caso de Tokio, a diferencia de otras ciudades donde una de las principales fuentes de ruido es el tráfico, el problema está en la construcción, seguida por los mensajes por megafonía pública, las fábricas y la actividad comercial.
Laundry Ramirez via www.sabiasundato.com
Los niveles altos de ruido tienen un impacto negativo en nuestra salud. Algunos de los problemas relacionados con la larga exposición a un alto nivel de decibelios son la discapacidad auditiva, la hipertensión, la cardiopatía isquémica, el estrés, las alteraciones del comportamiento, la alteración del sueño o la disminución del rendimiento escolar, y la mayoría fueron identificados en la década de los 60.
En mayor o menor medida, todos estamos expuestos a ciertos niveles de ruido que pueden afectarnos de alguna u otra forma cuando sobrepasan ciertos límites. Algunos de estos sonidos son muy evidentes y otros, en función de la frecuencia en la que operen, no tanto. Sin embargo, estos se suman al nivel total de decibelios en nuestro entorno y en algunas ciudades del mundo el problema puede ser bastante difícil de resolver.
Trazando un mapa del ruido y sus efectos
Erica Walker está realizando un doctorado en la Harvard T.H. Chan School of Public Health para el que se ha pasado el último año circulando en bicicleta entre Cambridge, Boston y Somerville (Massachusetts) con un sonómetro a cuestas. Su objetivo: medir el nivel de decibelios existente en los distintos puntos de cada ciudad.
De forma paralela, Walker está recopilando información sobre el impacto que la contaminación acústica ejerce sobre los habitantes de estas zonas a través de un cuestionario online. Su idea es analizar más de 900 encuestas y 400 lecturas de decibelios para asignarle un valor sonoro a las viviendas de forma individual.
Con los resultados en sus manos, Walker tiene previsto elaborar una comparativa entre el ruido percibido por las personas y la contaminación acústica real en un puñado de vecindarios. Pero no sólo eso, sino que a partir de todos esos datos quiere confrontar los niveles de ruido con ciertos problemas de salud para intentar establecer posibles patrones de causa-efecto.
Una de las cosas que Walker ha descubierto es que los ruidos de baja frecuencia podrían ser los más perjudiciales: el sonido del metro bajo nuestros pies, un avión despegando o el motor de un autobús serían buenos ejemplos. Casualmente estos ruidos son los que suelen obviarse en los estudios relacionados con el tema, los cuales normalmente se centran en aquellos situados en la franja media que todo el mundo puede oír.
La mayoría de los problemas relacionados con la larga exposición a un alto nivel de decibelios se identificaron a mediados del siglo XX, pero lo que quiere conseguir Walker con su particular mapa sonoro es dar a conocer las diferencias entre la percepción del ruido por parte de las personas y la realidad, establecer patrones relacionados con problemas de salud y, sobre todo, que se vuelva a hablar del ruido en relación a la salud pública. De tener éxito, ¿se podría replicar el estudio en más ciudades para intentar hacerlas más silenciosas?